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11 Tus puertas estarán siempre abiertas;
no se cerrarán de día ni de noche,
para que puedan traerte las riquezas de las naciones
y entren los reyes con su comitiva.
12 El país que no te sirva, perecerá;
naciones enteras serán destruidas.

13 El Señor dice a Jerusalén:
«Las riquezas del Líbano vendrán a ti:
pinos, abetos y cipreses,
para embellecer mi templo,
para dar gloria al lugar donde pongo mis pies.

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